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Una mala elección

“Asiste al Entijuanarte”, leí en varias publicaciones de Facebook desde días antes. Además de haber gente de cultura, desenfadada y muy joven, sabía que, al tocar Carla Morrison y Chetes, algo interesante, y no precisamente musical, tenía que ocurrir.


Una mala elección Una mala elección

8 de octubre de 2017

POR: Hiptex

Decidí ponerme unos Vans para estar más cómodo y en sintonía con el lugar y el ambiente. No soy mucho de ir a eventos masivos, pero consideraba que la situación lo ameritaba.  

“Asiste al Entijuanarte”, leí en varias publicaciones de Facebook desde días antes. Además de haber gente de cultura, desenfadada y muy joven, sabía que, al tocar Carla Morrison y Chetes, algo interesante, y no precisamente musical, tenía que ocurrir. 

Ya rumbo al Cecut, no eran ni siquiera las 8:30 de la noche, el tráfico era un desmadre en Zona Río, preguntándome por enésima ocasión qué habrá pasado por la cabeza de Jorge Astiazarán y su Cabildo, al momento de darle paso a tantos semáforos que le partieron el equilibrio vial a toda esa área de la ciudad...y todo para que la Ruta Troncal haya resultado ser un fiasco, siempre vigilada por los batos de Altisa, quienes ejercen de dominatrix, -con todo y látigo- en la ciudad. 

Yo venía con dirección de Rosarito, y fue ahí por el bulevar Cuauhtémoc frente al edificio de la SSPM, cuando vi a varios morros, ya un poco desesperados, mejor bajarse de taxis o de Uber, porque ya habían pasado tres cambios de luces, y entre el desmadre casi todos los carros estaban atorados. 

De pronto, en el radio de comenzó a sonar Rage Against the Machine, y los guitarrazos de Tom Morello y la voz de Zach de la Rocha se escuchaban con madre; nunca fui muy fan de esos cabrones, pero tal vez me entró esa nostalgia del The Battle of Los Angeles.  

Al fin y al cabo, años de mi juventud que esta noche buscaba por volver, de perdida con oír a Chetes y saber si tocaría algo de Zurdok, en especial de ese magnífico y clásico Hombre Sintetizador (1999). 

En fin, a mí también me entró la desesperación como a los otros morros, y a los cinco minutos mejor opté mejor por bajarme del Uber en el que iba, al estar ya frente al monumento a Cuauhtémoc. ¿Qué tanto eran caminar unos 600 ó 800 metros? Además, andaba en tenis. 

 
La cultura no es para todos 

Crucé el semáforo con rumbo del Camino Real a Plaza Río, donde curiosamente en una pantalla gigante anunciaban a Chetes, seguido en la diapositiva por un sonriente Jorge Medina, quien ahora la juega de ser la antítesis de René Camacho. 

¿Cómo sonaría la letra de “Abre los ojos” en la voz rasposa del ex vocalista de La Arrolladora? Lo sé, maltripeo el mío... el anunció era sólo circunstancial y digamos que el algoritmo de la pantalla los unió tal vez sin querer queriendo. “¡El medio NO es el mensaje!”, me gritaría por esta vez desde su tumba McLuhan. 

Dentro de todo aún la cosa parecía estar tranquila, y como sabía que iba a tiempo, decidí irme a paso calmado y meterme por la plaza, porque a veces uno se encuentra cosas interesantes en ella. 

Tras atravesarla, y salir por la altura de la Comercial (Ya Soriana) fue cuando comencé a ver una rodada de morros, que no tenían empacho en hacer comentarios que ellos mostraban como muy certeros. 

Entre camisas de cuadros, cual grungero, cabellos azulados, lentes de pasta, botas Dr.Martens, pantalones de mezclilla rigurosamente negros y playeras con estampados de cómics o grupos de rock, sobresalió una frase de un morro que se mostraba muy seguro de sí: “la cultura no es para todos”.  

¿Habría mucho manguerón el Cecut, por aquello de la cercanía del Lecontainer? ¿O de a tiro al morro le enervaba la música de banda, que una noche antes había sonado con madres, según alguna raza que fue... ¿O sería fanboy de Avelina Lesper? 

Vi al morro muy rápido, tres segundos si acaso, lo cual no me permitió hacerle un escaneo precisó para lanzar mi nada valeroso juicio de valor: menos de 18 años, delgado, piel sumamente cuidada, frágil en constitución física, pero, sobre todo, con una marcada y muy sabrosa altivez. Ahí tienen una etnografía corporal muy chafona, pero de perdida servía como muestreo. 

¡Puta madre! ¿Así seremos todos a los batos a los 16, 17 y 18? Espero y no, y de ser así, seguramente varias veces le caí en los huevos a más de uno... yo seguía caminando. 

Llegando ahí frente al Cubo, antes de cruzar, fue cuando vi lo bueno, un chingo de gente. Recalco que nunca había ido a un concierto en esa zona, ni Nortec, Celso Piña o el que ustedes me mencionen, así que parámetro no tenía para poder hacer una comparativa con otros eventos en ese preciso lugar en cuanto a la asistencia, yo sólo intuía que era un chingamadral de gente. 

 
Esos olores 

Olores, colores y sonidos es algo que hace que rápido vuelque a ellos. Justo al escribir esto, recuerdo aquella maravillosa frase de ¡Te huele a colores!, escrita por mi siempre admirado Capitán Pijama, y que, irónicamente, un día como hoy, pero de 2014, fallecía en su departamento de la Ciudad de México.  

Y tal vez de manera inocente, no lo sé, esa frase se me vino a la mente cuando dos perfumes se entremezclaron con el andar de cientos de personas que yo tenía por todos mis flancos. Y eran tan antagónicos como lo son por su naturaleza el Swiss Army y Chanel. 

Ahora no fue Rage Against the Machine quien me regresó a mis épocas de puberto preparatoria, sino que lo fue ese perfume tan básico, económico, pero efectivo para nosotros los hombres.  

A 17 años de haberlo conocido por primera vez, comprobé que, además de seguir oliendo muy a toda madre, sigue gustándome. A la madre los anuncios de Bvlgari, Dolcce y Zegna, por 20 bolas puedo agarrar un Swiss en la de los perfumes de Palomar, me hecho un buen y de paso robo las miradas de dos que tres mujeres. 

 

Los putos amos 

Después de esa breve elipsis olfativa, ahí miro a uno de estos cabrones, completamente jerarquizando a unos ocho güeyes, a quienes los tenía mansitos, ordenados y muy sumisos.  

Era un elotero, uno de tantos, quien irrumpe con la fuerza de un toro miura, por eso, si yo pudiera musicalizar ese momento, seguro pondría “Ride of the Valkyries” de Wagner, imaginando como llega por todo Paseo de los Héroes, y como, metro a metro, va rompiendo los paradigmas de las ideologías.  

Los vendedores de elotes saben de su negocio, y entre la mezcla exacta de mantequilla, de la cocción, queso, jugo de limón y la pizca de sal casi quirúrgica, pueden llegar a tener el control que deseen. 

Y es que podrán contar con bizantinos o rústicos carritos de madera con llantas de bicicleta, pero si algún día a Pep Guardiola le preguntaran en una conferencia de prensa sobre los eloteros, él diría -sin duda alguna- que son los "putos amos". 

 
Ya adentro...el primer aviso 

De pronto me doy cuenta que estoy al lado del escenario, y una banda toca y canta, sin mucho entusiasmo del público, lo que me dice que llegué a la hora en que apenas comenzará lo bueno. 

Es un desmadre de gente, en definitiva, no se puede caminar. Paso a la explanada del Cecut, donde tras una revisión chafísima  de mi mochila, me dicen que puedo proseguir. 

En la madre, me digo, ¿pa’ dónde jalo?, si todo está bien atascado; me quedo meditando frente a la entrada del Imax, mientras veo que hay como seis troncos de árboles a manera de esculturas, donde la raza alegremente se toma fotos en ellos. 

Decido irme por el lado izquierdo de la explanada, para, al dar la vuelta, toparme con el escenario. Error, era una parte de la zona de alimentos y bebidas, y era practicante imposible caminar con soltura por ahí.  

A paso de 30 centímetros por segundo, atravesar toda esa zona iba a ser muy de hueva, además sin contar que me echaría el humo de algunos locales de alimentos, los tufos de algunos que ya llevaban sus cheves, y sin contar que no me gusta tener la respiración de la gente a mi lado. Decidió darme la vuelta y salirme de ahí. 

Me pongo abajo de la bola, en la fuente, habilitada ahora como pequeña zona de bohemios a la espera de Carla Morrison y de Chetes, a los que todavía parece faltarles buen rato para salir a tocar, porque en una de ésas, el presentador anuncia a la audiencia a un nuevo grupo de la ciudad, no sin antes preguntar “¿Ya están listos para Carla Morrison? ¿Señora, ya fue al baño? ¿Quién llegó hace cinco horas para ver a Carla Morrison?”.  

Todo giraba en torno a la tecatense...pobre Chetes, el bato musicalmente es una chingonería pero parece que ni siquiera el presentador sabe lo que significa, y no precisamente en términos de cuando fue integrante de la llamada “avanzada regia”. 

Tras un chiste malísimo, antes de que salga a tocar la nueva banda sobre el escenario, la raza que no pistea le da una mordida a la crepa y un sorbo a su café. Algunos mensajean desde sus celulares y muchos toman sus fotos. 

Me doy tiempo para ver los stands, por la hora que es ya es muy difícil hacerlo, y las filas para comprar cerveza lo hacen aún más tortuoso. 

Sin darme cuenta ya llevo, varios metros caminados, pero hago como que no me doy cuenta de un pequeño ardor en la planta de mi pie. El primer aviso. 

El sonido del lugar, al estar entre la zona gourmet y el escenario, hace que mal alcance a escuchar que el grupo que tocaría se llama Entre Desiertos. Horas más tarde lo podría corroborar en internet, pero mi maquina está muy lenta y meterme a realizar una pequeña investigación a través de Facebook me quitaría algunos minutos más. 

 
Pa' fuera 

La planta del pie me manda otro aviso. En cuestión de minutos de pone con madres, aunque trato de no hacerle mucho caso; me doy una pequeña vuelta, pero no puedo. Optó por salirme del evento. Son los putos Vans. 

Veo que la gente sigue y sigue llegando, pero ver el Paseo de los Héroes sin carro alguno es verdaderamente gratificante. 

Volteo hacia mi izquierda y, en efecto, el Container no tiene nadie tratando de ingresar en él, quién sabe más tarde cómo se habrá puesto. 

Me voy hacia los camellones y un ambiente más familiar se deja ver que el qué había en el patio del Cecut. 

Policías se disponen con sus operativos, aunque después de todo, la cosa parece estar en paz, todos parecen estar a toda madre, menos yo con la planta de mi pie. 

Me cruzó al McDonald's, me siento en una pequeña barda situada al lado del Drive Thru y dejo que pase el dolor, aunque ya no cesa. 

Busco irme de ahí, pero aún tengo que caminar hasta el Calimax que está en el bulevar Aguacaliente, así que mejor decido esperarme otros 20 minutos. 

De pronto veo que en el crucero se encuentra Rubén Echeverría Garibay, "El Apá", dirigiendo el tráfico. Le piden que baile, pero no lo hace, aunque de manera tímida mueve sus pies y sus brazos. Ríe nada más. 

Me paro, y alcanzó a notar que aún sigue tocando el último grupo que presentaron en el escenario. No sé cuánto le falte por salir a Chetes y a Carla Morrison, pero al menos hoy no iba a ser para mí, si no me hubiera puesto esos Vans la cosa hubiera sido diferente. Definitivamente podría parafrasear a aquel morro...los Vans no son para cualquiera, opté por una mala elección. 

 


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