Nicolás Herrera ha sufrido la pérdida de importantes familiares mientras ha estado privado de la libertad desde hace más de 23 años, lo que lo llevó a pensar en renunciar a la vida, sin embargo, los programas educativos de la Comisión Estatal del Sistema Penitenciario lo hicieron renacer, al grado de haberse graduado en prisión de la primaria, secundaria y preparatoria. Actualmente cursa la universidad

MEXICALI.- Nicolás Herrera Figueroa tiene 60 años y una mirada que, aunque serena, guarda un pasado de lucha y dolor. Originario del Valle de Mexicali, fue criado en el campo entre cosechas, carencias y la firme convicción de sus padres de que el estudio lo sacaría adelante.

"Fui el que más oportunidades tuvo para estudiar, pero no las aproveché", confiesa con tristeza, sin embargo, esa declaración no es el punto final de su historia, sino el punto de partida de una transformación que lo ha llevado a terminar entre las paredes de los centros penitenciarios El Hongo I y El Hongo II, sus estudios de primaria, secundaria y preparatoria, destacando que hoy en día se encuentra cursando la universidad.

"Siempre sentí que se me dio la escuela, desafortunadamente elegí otros caminos”, sentencia.

“Yo mismo me sorprendí cuando me vi con los libros en las manos, repasando hoja por hoja. Nunca imaginé que aprendería tanto ya de viejo", comparte emocionado.

Privado de la libertad desde hace más de 23 años, Nicolás llegó al sistema penitenciario con una sentencia que, en sus palabras, "parecía acabar con mi vida para siempre". Y es que, al recibir su condena, sintió que no habría más caminos, pero el tiempo y, sobre todo, la fe y el deseo de redención, hicieron germinar una nueva versión de sí mismo.

Hoy, Nicolás es ejemplo viviente del poder transformador de la educación dentro de la Comisión Estatal del Sistema Penitenciario de Baja California (CESISPE), pues además de haber aprobado satisfactoriamente cada uno de los niveles académicos que ha afrontado, forma parte en la actualidad del grupo de voluntarios, que, auxilia a las nuevas generaciones de estudiantes privados de la libertad que no saben leer ni escribir.

"No busco fama, solo quiero que los que vienen atrás vean que sí se puede, que no importa la edad. Yo tengo 60 y aquí estoy, estudiando una carrera universitaria en Ciencias de la Educación", dice con orgullo.

La vida de “Nico” se ha caracterizado por ser así; dura, dolorosa y de constantes auto motivaciones para salir adelante. Dentro de esos muros ha soportado en diferentes pasajes la noticia de haber perdido a sus padres y a un hijo de 15 años de edad, así como también a un hermano mayor y de otro menor, esos momentos fueron de profunda oscuridad para él.

"Quise dejarlo todo, no salir de mi celda, pensé incluso en que no valía la pena seguir viviendo, pero la escuela fue mi medicina, fue lo que me hizo seguir adelante". Y es que, para Nicolás, estudiar no es solo un acto de superación personal. Es también un homenaje a sus padres, quienes siempre quisieron que se preparara.

"Aún encerrado, quiero lograr lo que ellos soñaban para mí", comparte con un singular brillo en los ojos.

En un lugar donde muchos se rinden, Nicolás eligió levantarse, y aunque el tiempo no se puede retroceder, él sabe que aún puede escribir páginas dignas, no solo para él, sino para su familia, para sus compañeros, y para la sociedad.

"Las malas decisiones te llevan a tres lugares: la cárcel, el hospital o la muerte", dice con firmeza. "Pero también creo que las buenas decisiones, aunque lleguen tarde, pueden salvarte. Y a mí me están salvando".

Esta es la historia de Nicolás Herrera Figueroa, una historia de redención, de amor propio y de una libertad que pareciera no existir entre los muros, pero que florece con cada página leída y cada examen aprobado.