Tras la pandemia de COVID-19, uno de los sectores más impactados por la crisis fue el educativo. Cambios abruptos, nuevas exigencias tecnológicas y el aumento de la carga administrativa derivaron en un fenómeno creciente: el agotamiento docente
MEXICALI.- Tras la pandemia de COVID-19, uno de los sectores más impactados por la crisis fue el educativo. Cambios abruptos, nuevas exigencias tecnológicas y el aumento de la carga administrativa derivaron en un fenómeno creciente: el agotamiento docente. De acuerdo con la Mtra. Mayra Alicia Figueroa Gámez, académica de la Maestría en Educación de CETYS Universidad, Campus Mexicali, este desgaste no solo afecta la salud del profesorado, sino también la calidad del aprendizaje en las aulas.
La experta CETYS mencionó que durante el confinamiento, los docentes tuvieron que migrar rápidamente a plataformas virtuales, muchas veces sin el acompañamiento técnico y pedagógico adecuado. A pesar del esfuerzo por mantener la calidad educativa, las condiciones de trabajo se tornaron complejas: horarios extendidos, dificultades para mantener la atención del alumnado y una ausencia de reconocimiento social hacia su labor.
“El reto fue enorme. Se esperaba que las clases virtuales tuvieran el mismo impacto que las presenciales, pero el desgaste emocional fue considerable. Muchos docentes se enfrentaron a la frustración y a la incertidumbre laboral”, explicó la especialista.
Señaló que uno de los factores que agrava el agotamiento es la dificultad de desconectarse del trabajo fuera del horario escolar, la falta de tiempo para la vida personal. Esto impacta directamente en la motivación del educador y, por ende, en el aprendizaje del estudiante.
“El docente agotado pierde creatividad, disminuye su capacidad para motivar y no logra conectar emocionalmente con sus alumnos. Esto se refleja en un ambiente tenso, menor participación estudiantil y dificultades para lograr una educación efectiva”, subrayó Figueroa.
Además, resaltó la responsabilidad de las políticas educativas y las instituciones escolares en la prevención del deterioro de la salud mental docente. Proveer condiciones laborales justas, formación continua, reconocimiento social y programas de bienestar emocional deben formar parte de una estrategia estructural a largo plazo.
Entre las medidas que propone destacan:
Implementación de programas de autocuidado y contención emocional.
Mejores sueldos y mayor estabilidad laboral.
Digitalización de procesos administrativos para optimizar el tiempo docente.
Espacios de diálogo y escucha activa del profesorado.
Fomento de redes de apoyo entre docentes para compartir experiencias y estrategias pedagógicas.
El agotamiento docente no es un fenómeno individual, sino un síntoma de fallas estructurales dentro del sistema educativo. “El cambio es posible si gobiernos e instituciones se comprometen a proteger el bienestar mental, emocional y profesional del profesorado. Solo así lograremos un impacto positivo en los procesos educativos”, concluyó la Mtra. Figueroa.